TRASLADO DE LOS RESTOS DEL LIBERTADOR A VENEZUELA
Cuando el Libertador Simón
Bolívar dictó su última proclama, fechada en San Pedro Alejandrino el 10 de
diciembre de 1830, concluía la misma sentenciando: “si mi muerte contribuye
para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al
sepulcro“. Bolívar no estaba alejado de la gran verdad que ello implicaba si no
se daban las condiciones para que bajara tranquilo al sepulcro y descansar en
paz para siempre. Sus restos han estado peregrinando desde ese entonces hasta
la fecha actual, sin poder descansar en paz. Si observamos los subsiguientes
acontecimientos, lo podemos apreciar mejor. Hasta el presente año, partiendo
desde 1830, la unión nunca llegó a los países por él libertados y más bien la
desunión se ha incrementado como resultado de la fragmentación de partidos
políticos, con sus cargas de odio, rencillas, ambición de poder, lo cual ha
resultado en constantes guerras civiles a lo largo de nuestra historia
venezolana, específicamente, y todas basadas en el ideal bolivariano.
Nos remontamos al
año 1830. Simón Bolívar muere el 17 de diciembre de 1830. El Dr. Alejandro
Próspero Reverend, su último médico de cabecera, realizó el protocolo de
autopsia ese mismo día a las cuatro de la tarde, culminando la misma a las ocho
de la noche, encontrándose entre otros datos, que tenía dañado los pulmones y
que las pleuras pulmonares estaban adheridas a los costales. Basándose en los
resultados de esta autopsia, el Dr. Reverend concluyó que “según este examen es
fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto S.E. El Libertador, era en
principio un catarro pulmonar que habiendo sido descuidado pasó al estado
crónico, y consecuentemente degeneró en tisis tuberculosa. Fue, pues esta
aficción morbífica la que condujo al sepulcro al General Bolívar… etc.” (La
Ultima Enfermedad, los Últimos momentos y los Funerales de Simón Bolívar
Libertador de Colombia y del Perú, por su médico de cabecera el Doctor A. P.
REVEREND. Ediciones Concejo Municipal D.F. 1983, p. 25 y Documentos para la
historia de la vida pública del Libertador, de Blanco y Azpúrua, Ediciones de
la Presidencia de la República, 1978, Tomo XIV, p. 477).
Terminada la autopsia, el cadáver fue
trasladado a Santa Marta, a la casa que inicialmente habitó Bolívar. Se va a
proceder el embalsamamiento, pero el único boticario del pueblo estaba enfermo,
por lo cual tuvo el Dr. Reverend que hacerlo él solo, con las limitaciones del
caso, finalizando al inicio del nuevo día. Hubo problemas hasta para vestirlo,
teniendo que usarse una camisa del General Laurencio Silva.
Las exequias se llevaron a cabo el 20 de
diciembre. Su primera tumba fue en una bóveda perteneciente a la familia Díaz
Granados, al pié del Altar de San José, en la nave derecha de la Catedral de
Santa Marta, y sobre su tumba no se colocó ninguna lápida sepulcral que
señalara su nombre, a fin de evitar sus restos fueran profanados por sus
enemigos, ya fueran colombianos o venezolanos. El odio hacia el Libertador era
impresionante por parte de aquellos que se habían confabulados para accesar al
poder. Inclusive, hasta tenían planes para desenterrarlo y arrojar sus restos a
las profundidades del mar, donde no pudieran ser rastreados y extraídos en el
futuro.
En el año 1832, el General Francisco de
Paula Santander, a su llegada a Colombia después de haber sido designado como
Presidente de la República, visitó Santa Marta y específicamente el sitio donde
estaba sepultado el Libertador. En tono airado pateó varias veces la tumba,
exclamando: “Aquí estás enterrado!”. (Manuel Ujueta y Bisais: Nicolasa Ujueta
de Hamilton, Beyco Editores. Manizalez, Colombia, 1942).
En el año 1834, un terremoto asoló
Santa Marta, agrietándose la tumba del Libertador, permaneciendo así en el
tiempo, sin arreglos. Posteriormente, a finales del año 1837, la tumba se
hundió y los enemigos de Bolívar arrojaban tierra y piedras directamente sobre
el ataúd, el cual se encontraba a la vista. Los restos de Bolívar no fueron
tocados, por encontrarse los mismos en el interior de una caja de plomo,
sufriendo sólo magulladuras, pero la caja de madera si sufrió daños, ya que
estaba podrida.
Termina el período presidencial del
General Santander, asumiendo la Presidencia de Colombia el Dr. José Ignacio de
Márquez, ciudadano bolivariano, cesando de inmediato la persecución a éstos,
permitiéndole al Sr. Manuel Ujueta y Bisais, antiguo Jefe Político de Santa
Marta, quien en el pasado había cuidado celosamente la tumba del Libertador,
regresar de Jamaica y encontrarse con el feo panorama que representaba la tumba
del Libertador, en deplorable estado, desde el terremoto de 1834.
Inmediatamente, Ujueta corre a la Catedral y como todavía no habían embaldosado
el sitio, mandó a suspender la obra y ante la falta de respeto de los trabajadores,
que por falta de recursos iban a sellar la urna abierta sin más ni más. Optó
por llevar la urna con los restos del Libertador para su casa.
Esto le trajo
consecuencias fuertes, ya que el Gobernador de Santa Marta se le apareció en su
casa con una guardia al segundo día, y tras un posible enfrentamiento, tuvo que
entregar la urna con los restos, pero los mismos le fueron devueltos al tercer
día, ya que un grupo de venezolanos venían a reclamarlos y que para darle
cumplimiento a la última voluntad del Libertador, pero con reales intenciones
de desaparecerlos en las profundidades del mar. Ujueta los enfrentó, contando
con el apoyo del Gobernador, quien había preferido pasarle la responsabilidad a
Ujueta, quien admite que no estaba seguro si los restos entregados por el
Gobernador eran los mismos sustraídos el día anterior. Al cuarto día, ya los
trabajos de reparación de la bóveda de la familia Díaz Granados estaban listos,
y nuevamente fueron trasladados a la misma, después de haber limpiado la
suciedad que tenían los restos expuestos al aire del Libertador. (Escritos de
Ujueta, Santa Marta,Colombia, 7 y 8 de agosto de 1843).
En el año 1839, regresa
a Santa Marta, su tierra natal, el General Joaquín Anastacio Márquez, antiguo
oficial del Batallón Rifles, 1ra. de la Guardia, y tuvo la iniciativa, pagando
los gastos por cuenta propia, de disponer la construcción de un nuevo sepulcro
para los restos del Libertador, considerando que era el sitio que le
correspondía a la magnificiencia del Libertador, y se apoyó en el Sr. Manuel
Ujueta y Bisais. El sitio escogido fue en la nave central, bajo la cúpula dando
frente al presbiterio. Son trasladados a esta nueva tumba en julio de 1839 y
fue colocada una lápida de mármol, mandada a hacer en los Estados
Unidos, costeada por el mismo General Márquez, citando que allí se
encuentran los restos del Libertador de Colombia y el Perú. (Esta lápida se
encuentra en la actualidad en el Museo Bolivariano de Caracas). Se pensaba que
al fin los restos del Libertador descansarían en paz… nada más incierto…
En el año 1833, el General José
Antonio Páez, Presidente de la República y primer instigador del odio de los
venezolanos hacia el Libertador, propone al Congreso Nacional la
reinvindicación del nombre de Bolívar, siendo rechazada tal solicitud. El
sentimiento antibolivariano está muy fresco aún. Igualmente, el General Carlos
Soublette, encargado del Ejecutivo en el período 1837-1839, plantea el mismo
asunto obteniendo similar rechazo. Por su parte, los deudos del Libertador
habían hecho sus diligencias para traer los restos de Bolívar a Venezuela,
accediendo el Gobierno de Nueva Granada a la solicitud de exhumación hecha por
Fernando, María Antonia y Juana Bolívar, siendo negado este acto por el
gobierno venezolano, alegando que esos restos pertenecían a la nación y sólo
ella podía hacerlo.
A partir del año 1840, el nombre de
Simón Bolívar es una bandera que mueven los partidos políticos, encontrando eco
popular, especialmente en obras teatrales, en las cuales se exaltaba la figura
del Libertador. El 5 de julio de 1841, en el aniversario de la independencia,
el pueblo exterioriza y exalta apasionadamente el nombre de Bolívar y vitorea a
los héroes de la independencia. Ese mismo año, el 28 de octubre, día de San
Simón, la aclamación popular es determinante, aumentando su influencia en todos
los sectores, tambaleándose la posición oficial de negativa a acceder a la amnistía
y traída de los restos de Bolívar al país. El 5 de febrero de 1842 se instala
el nuevo Congreso Nacional, siendo electo Presidente del mismo el Dr. José
María Vargas. Es leído el mensaje del General Páez, Presidente de Venezuela en
su 2do. mandato, de solicitud de amnistía y traída de los restos del Libertador
como una necesidad nacional, siendo al fin aprobado por el Congreso, dictando
el 30 de abril de 1842 el Decreto correspondiente, reconociéndole a Bolívar
todos los títulos de honor y gloria decretados por Venezuela y Colombia,
ordenando el traslado de sus cenizas desde Santa Marta y otras disposiciones en
cuanto a los honores al Libertador.
El Ejecutivo nombró una comisión
integrada por los Generales Francisco Rodríguez del Toro, Mariano Montilla y el
Dr. José María Vargas para trasladarse a Santa Marta. El 13 de noviembre de
1842, zarpó la goleta de guerra venezolana Constitución, al mando del Capitán
de Navío Sebastián Broguier, acompañada de la corbeta francesa Circé y del
bergantín mercante Caracas, llevando a bordo a los cadetes de la Escuela de
Matemáticas. En Santa Marta los esperaba el bergantín de guerra británico
Albatros y el bergantín holandés Venus. Los integrantes de la comisión fueron
finalmente el Dr. José María Vargas, quien la presidía, el General José María
Carreño, el Sr. Mariano Uztáriz y el Presbítero Manuel Sánchez, en virtud de
las sucesivas excusas de no poder asistir de otros generales nombrados.
Inexplicablemente, al Sr. Fernando Bolívar, sobrino del Libertador, le fué
negado el permiso para asistir a Santa Marta porque no había cupo en el buque
destinado al efecto.
Una vez en Santa Marta, el acto de
exhumación de los restos del Libertador Simón Bolívar se lleva a cabo el 20 de
noviembre de 1842, a las cuatro y treinta minutos de la tarde. Se encontraban
presentes, además de los integrantes de la comisión venezolana, los comandantes
de los buques venezolanos y extranjeros, el General Joaquín Posada Gutiérrez,
Gobernador de Santa Marta y Presidente de la Comisión designada por el Gobierno
de Nueva Granada, miembros del clero y comisionados neogranadinos, autoridades
regionales, la Guardia de Honor, ciudadanía en general y, por supuesto, el Dr.
Alejandro Próspero Reverend y el Sr. Manuel Ujueta. La Guardia de Honor y
comisión del Ecuador no pudo estar presente debido al mal tiempo en la ruta. Al
momento se rompe la losa y se renueva la piedra sepulcral. La caja de madera
externa estaba deshecha y la caja de madera interna, forrada con plomo, estaba
entera, pero con daños visibles. Se abrió la urna y en su interior estaba el
esqueleto, pocas prendas de vestir, las cajitas contentivas de las vísceras del
Libertador. Los huesos de las piernas y pies estaban cubiertos con las botas de
campaña, la derecha entera y la izquierda despedazada; pedazos de galón
decaídos se hallaban a los lados de los muslos. Es decir, todo el vestido del
Libertador se había pulverizado. Acto seguido, el Gobernador Posada preguntó en
voz alta al Dr. Próspero Reverend y al Sr. Manuel Ujueta si reconocían en estos
restos al Libertador de Colombia. Los señalados examinaron los restos,
reconociendo el Dr. Reverend el cráneo que él aserró en forma horizontal
durante la autopsia para examinar el cerebro, al igual que las marcas oblicuas
de la sierra en las costillas. Tanto el Dr. Próspero Reverend como el Sr.
Ujueta rspondieron con un "Sí" rotundo a la pregunta hecha por el
General Posada.
Casi todos los presentes al acto
lloraban en silencio, con respeto ante tal circunstancia tan especial. Varias
personas se acercaron sobre el féretro para tomar pedados de la urna de madera
como reliquia del Padre de la Patria, y hubo algunas, que inclusive sustrajeron
huesos pequeños sueltos de la urna. Posteriormente, los huesos se acuñaron con
cojines de seda, cubriéndolos con una sábana para evitar se desordenaran.
Mientras tanto, algunos habitantes de Santa Marta mostraban su ira en las
afueras, considerando tal acto como una profanación, simultaneamente
confundidos con los honores que se le rendían al Libertador. Se levantó un acta
de la exhumación, agregándose a la verificación de los restos, que desde el año
1830 y subsiguientes, no hubo otra sepultura en la Catedral.
Posteriormente, los restos fueron
cuidadosamente colocados en una urna cineraria que la Nueva Granada consagró a
tal fin. Dicha urna fué colocada en un catafalco sencillo y custodiado por la
Compañía del Batallón Nro. 9, presentes en el lugar. La ceremonia terminó
aproximadamente a las ocho de la noche, aunque las puertas del templo
permanecieron abiertas hasta las diez, permitiéndosele a la población rendir su
último tributo al Libertador. Esa misma noche, el General Joaquín Posada
entregó al Dr. José María Vargas una solicitud en la cual la Nueva Granada
pedía dejar en el mismo sitio del sepulcro en Santa Marta, la urna contentiva
con el corazón de Bolívar. Tal solicitud fué aceptada de inmediato.
Al día siguiente, 21 de noviembre,
continuaron los honores al Libertador. Pasada las cuatro de la tarde, se inició
el cortejo fúnebre hacia el muelle. El féretro era cargado en hombros por los
oficiales y vecinos, quienes se alternaban dicho honor. Las ventanas y puertas
de la ciudad mostraban luto y un silencio marcaba el respeto de la procesión,
roto únicamente por el rugir de los tambores de la banda marcial del
batallón, la cual abría la marcha. La población acompañaba los restos del
Padre de la Patria hacia su destino final. En el muelle se rindieron los últimos
honores y el General Posada dirigió la sentida alocución de despedida, la cual
no pudo terminar debido a lo emotivo del momento.
Le correspondió al Dr.
José María Vargas responder al General Posada. Fueron colocados los restos en
una falúa de la goleta Constitución, la cual fué escoltada hasta dicha goleta y
ésta a su vez escoltada por los buques venezolanos y extranjeros. Pero el
traslado no fue del todo tranquilo como se deseaba. La nave Constitución encalló
el 7 de diciembre en la isla Gran Roques, bamboleándose y amenazando con
hundirse, llevándose consigo los restos del Libertador. Pasado el gran susto,
logran arribar al puerto de La Guaira el 13 de diciembre de 1842, manteniéndose
allí hasta el día 15, cuando se produjo el desembarco de los restos del Padre
de la Patria. Al fin se había cumplido su última voluntad.
El día martes 13 de diciembre de 1842,
la goleta de guerra Constitución arribó al puerto de La Guaira, tras 23 días de
navegación; sin embargo, el desembarco de los restos del Libertador se produjo
el día 15, mientras se hacían los preparativos para los actos oficiales a
llevarse a cabo. Los mismos estuvieron cargados de mucha emoción y solemnidad,
mientras el público presente dejaba escapar lágrimas de dolor y respeto,
destacándose entre ellos los Generales José María Carreño y Juan Uslar, quien
vestía el uniforme militar usado por él en la Batalla de Carabobo, en 1821. Los
honores fúnebres se realizaron en la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol.
El día 16 de diciembre, los restos fueron trasladados en hombros por los
marineros de la goleta Constitución, escoltados por la Guardia de Honor formada
por los alumnos de la Escuela Militar y dos compañías de milicias. El pueblo
del litoral se volcó sobre las calles y la procesión tomó el viejo camino de
los españoles en su ruta hacia Caracas, mientras las personas vitoreaban al
Libertador, estando las casas vestidas con el luto para tal ocasión.
En la entrada
de Caracas, el pueblo aguardaba por el Libertador. En hombros fue conducido
hasta el Templo de la Santísima Trinidad (futuro Panteón Nacional), mientras
las campanas anunciaban la buena nueva. Esa noche se hizo una vigilia, mientras
en los exteriores caía un torrencial aguacero, el cual no inmutó la intención
de los presentes de permanecer allí, fieles a su sentimiento patriótico. Al día
siguiente, 17 de diciembre, aniversario del fallecimiento de Bolívar, los
oficiales generales, antiguos compañeros de armas del Libertador, condujeron el
carro tirado por caballos, el cual llevaba la urna forrada en terciopelo negro.
En procesión se hizo el traslado hasta el Templo de San Francisco, lugar
asignado para los funerales y sitio donde le fue conferido a Bolívar el título
de Libertador en el año 1813. El pueblo caraqueño se había volcado a las calles
para acompañar al Libertador, tan igual como lo había hecho cuando Bolívar
entraba a Caracas después de triunfar en alguna de sus campañas libertadoras.
Las banderas de Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú y Bolivia ondeaban a su
paso. Un soberbio arco triunfal fue el escenario para colocar la urna en una
carroza asignada para tal fin. Esperaban el Presidente de la República, General
José Antonio Páez, miembros de los Poderes Públicos, Cuerpo Diplomático, demás
autoridades y funcionarios públicos.
El día 23 de Diciembre, nuevamente
fueron trasladados los restos del Libertador desde el Templo de San Francisco
hasta la Iglesia Catedral, al Panteón de la Santísima Trinidad de la familia
Bolívar, siendo colocados al lado de sus padres, de su esposa María Teresa y de
su hermana María Antonia. Allí descansarían en paz. La Comisión presidida por
el Dr. José María Vargas continuó su trabajo, a fin de preservar de la completa
destrucción la osamenta del Libertador. Inmediatamente después de las exequias,
el Dr. Vargas se había encargado de dichos trabajos. En fecha 15 de marzo de
1843, el Dr. Vargas presentó su informe al Secretario de Estado en el Despacho
de lo Interior (Obras Completas Dr. José María Vargas. Comisión Nacional del
Natalicio del Dr. Vargas, 2da. edición. Caracas, 1986). Algunas de sus
consideraciones fueron:
"En medio del montón de polvo y
horrura que la urna de plomo contenía, resultado de la descomposición de todos
los tejidos blandos del cuerpo y de los otros vestidos, se ha preservado el
esqueleto casi completo, aunque algunos huesos pequeños han ya desaparecido,
otros están casi pulverizados y todos los demás ennegrecidos y en proceso a la
descomposición a causa de la humedad que en dicha urna se conserva.
Se procedió, pues, a nombrar dos
jóvenes bien instruidos en anatomía, a saber: el Doctor Cosme Jiménez y el
Bachiller Manuel Alvarado, que con el mayor cuidado y proligidad, entresacasen
del montón de horruras todos los huesos, los limpiaran y lavaran con clururo de
sal; los secaran bien, y después los cubriesen de barniz preservativo.
Separados los huesos del polvo, y preparados como queda dicho, han sido
ensamblados, formando el esqueleto, con alambres de plomo y de plata según las
partes, y así conexionados, han sido cubiertos de varias capas de dicho barniz
preservativo.
El esqueleto tiene las faltas
siguientes: 1. La de los dedos anulares, y las segundas falanges de todos los
otros dedos de las manos; excepto las de los pulgares. 2. La de algunos huesos
del metatarso y todos los dedos de ambos pies. 3. La de la última muela o la
cordal izquierda de la mandíbula superior, que en la primera vez que la urna
fue abierta en esta ciudad estaba movido pero no faltaba; pero que después no
ha sido hallada.
Todas las articulaciones o
adaptaciones de los huesos del carpo y metacarpo, tarso y metatarso y de los
dedos, así de las manos como de los pies, han sido hechas por medio de cera de
modelar; no siendo posible por su blandura y casi desintegración unirlos por
talados y alambres. Con la misma cera de modelar han sido llenados los espacios
vacantes de las manos y los pies por la falta ya dicha de algunos huesecillos,
por no introducir allí parte alguna extraña de los restos.
Se ha construido una urna de hoja de
plomo, mucho más delgada que el pedazo que quedaba de la que tenía y que fue
recortada... En el centro de la nueva urna de plomo está acomodado el
esqueleto; y en dos cajoncillos, también de plomo que como apéndice están
soldados al interior de aquella pieza, van todo el polvo y demás restos que
contenía la caja con entera separación del cuerpo o esqueleto. Este ha sido
envuelto en un manto negro de damasco, y de este modo y con una cuña grande de
cedro bien barnizada para colocar la cabeza, ha sido acomodado en la urna de
plomo que a presencia de todos los miembros de la Comisión ha sido soldada y
puesta dentro de la madera, la cual cerraron con sus dos llaves... José Vargas,
J.M. Carreño, Mariano Uztáriz".
Treinta y dos años más tarde, el General
Antonio Guzmán Blanco, Presidente de la República de Venezuela, emitió el
Decreto Nro. 1876, fe fecha 27 de mayo de 1874, declarando la Iglesia de la
Santísima Trinidad de Caracas como Panteón Nacional, ordenando depositar allí
los "restos de los Próceres de la Independencia y de los hombres eminentes
que designe la Cámara del Senado a propuesta del Presidente de la República"
(Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas: Leyes y Decretos de
Venezuela. Caracas, 1982. Tomo V, p. 14). Esta iglesia había sido construída
por Juan Domingo del Sacramento Infante, a mediados del siglo XVIII, y durante
el terremoto de Caracas del año 1812, destruida casi en su totalidad. Culminada
la obra el 28 de octubre de 1875, es un año después, el 28 de octubre de 1876,
Día de San Simón, cuando se consagró el Panteón Nacional con el traslado de los
restos del Libertador desde la Catedral de Caracas. Estos fueron colocados en
un sarcófago de madera con revestimientos de oro y plata, realizado por el
francés Emile Jaccquin. Igualmente fue trasladada la estatua, realizada en 1842
por el escultor italiano Pietro Tenerani. El sarcófago y la estatua fueron
colocados en el sitio correspondiente al presbiterio, es decir, el altar.
En el año 1910, el General Juan Vicente
Gómez, Presidente de la República, ordenó la reforma general del Panteón
Nacional, concluyendo los trabajos en julio de 1811, con motivo del centenario
de nuestra independencia. Nuevamente, en el año 1929, el General Gómez ordenó
cambios generales en el edificio. En 1930, durante estos trabajos de
remodelación, en virtud que el techo de la nave central del Panteón estaba en
muy mal estado, hubo que sacar la urna de plomo del arca cineraria, para
proteger los retos del Libertador. La urna fue llevada a un compartimiento al
lado, colocándola sobre un entablado y sostenida por dos barriles de cemento.
Se observó que la tapa de la urna estaba asentada sobre el cuerpo del
esqueleto, sostenida por la frente, el pecho y los pies. Concluidas la
reparaciones, la urna regresó a su lugar. El antiguo sarcófago de madera que
contenía los restos del Libertador fue sustituido por uno de bronce, diseñado
por el escultor español Chicharro Gamo y colocado sobre un basamento de mármol.
Fue en esta remodelación cuando se colocaron las pinturas alegóricas e
históricas de Tito Salas.
En el año
1947, Vicente Lecuna, Cristóbal Mendoza y Monseñor Nicolás Navarro, solicitaron
al médico José Izquierdo, les ayudara a clasificar por sexo algunos huesos
encontrados en la cripta de los Bolívar, en la Catedral de Caracas. Esta había
sido violada por desconocidos, ya sea por curiosidad, codicia o por odios
políticos. El Dr. José Izquierdo encontró en el suelo osamenta de caballo,
perros, gallinas y numerosos huesos humanos, casi todos fragmentados, y una
base de cráneo, con un corte de sierra revelador de una autopsia (El Cráneo del
Libertador: Dr. José Izquierdo. Ediciones Edime. Caracas-Madrid, 1961).
El Dr. Izquierdo, basado en su
experiencia como profesor de Anatomía en la Universidad de Caracas, alarmado
por este hallazgo, inmediatamente informó de ello a la Asamblea Nacional Constituyente,
presidida por Andrés Eloy Blanco, solicitando la autenticación de los restos
del Libertador en el Panteón Nacional, ya que el cráneo encontrado estaba
barnizado, tal cual lo hiciera el Dr. Vargas, presentando además, un agujero
anormal, que bien pudo servir para el ensamblaje hecho a dichos restos. Además,
sostenía el Dr. Izquierdo, que al único miembro de la familia Bolívar que se la
había hecho autopsia fue al Libertador. Indudablemente, que esta denuncia
provocó un escándalo nacional. La Asamblea Nacional designó una comisión para
comprobar la denuncia del Dr. Izquierdo. Estuvo formada por: Andrés Eloy
Blanco, Mario Briceño Iragorry, Vicente Lecuna, Rafael Caldera, Enrique
Velutini, Julio Lander Márquez, Simón Gómez Malaret, Juan Oropeza, Mariano
Medina Febres, Ambrosio Perera, Luis M. Peñalver, Alfredo Celís Pérez, Ana
Luisa Lovera y el Pbro. José R. Pulido Méndez.
La Comisión nombrada visitó la cripta
de los Bolívar, acompañados de miembros de la prensa, observando los nichos
violados y el cráneo en cuestión. En reuniones posteriores, la Comisión no
estaba convencida de la denuncia del Dr. Izquierdo, ya que dichas afirmaciones
no podían ser anatómicamente comprobadas por ningún especialista. Mientras
tanto, la Corte Federal y de Casación se opusieron a que se abriera la urna con
los restos del Libertador, por la incosistencia de la denuncia. Se hicieron
varias reuniones de la Comisión con especialistas médicos e inclusive, con los
embajadores de Panamá, Colombia, Perú, Ecuador y de Bolivia, quienes no
estuvieron de acuerdo con abrir la urna en el Panteón Nacional, pero es
interesante la opinión del embajador del Perú, en el sentido de que si se
abría, debería hacerse en un acto público, porque se trata de los restos del
Libertador y la expectación que hay es universal. El embajador de Colombia lo
secundó en esta idea, para no dejar asidero alguno a la duda o a la leyenda. La
Academia Nacional de la Historia fijó posición en cuanto a que no habían
indicios de que ese cráneo correspondiera al trabajo realizado por el Dr.
Vargas en el cráneo del Libertador. También consideró que en la cripta de los
Bolívar se habían enterrado a varias personas, autopsiadas también, como el
caso de la Sra. Josefa María Tinoco, madre de Fernando Bolívar, y cuyos restos
habían sido trasladados desde el cementerio de Los Hijos de Dios hasta la
Catedral y colocados en la cripta de los Bolívar. Inclusive, hasta negros
esclavos estaban enterrados allí.
La comisión se trasladó
al Panteón Nacional y examinaron por fuera la urna de plomo que contenía los
restos del Libertador, observando la forma de los huesos: pelvis, el sacro, los
coxales, y se veía claramente la forma del cráneo. Esto era posible ya que a
lámina de plomo era muy delgada. Lo visto también se correspondía con lo
observado en el año 1930, cuando los trabajos de remodelación del Panteón. El
informe de la Comisión concluyó que en el orden histórico no existía evidencia
de profanación de los retos del Libertador; que en el orden técnico, el cráneo
hallado por el Dr. José Izquierdo, no puede ser del Libertador porque no tiene
los agujeros requeridos para las aldabillas de sostenimiento entre la bóveda y
la base, hechos por el Dr. Vargas, y que vistos por fuera de la urna, se
comprobó a través de las paredes de plomo, que es posible reconocerlos por sus
detalles, ya que la capa de plomo es delgada y maleable.
El cráneo en cuestión
desapareció de la cripta de los Bolívar, durante los sucesos del Golpe de
Estado del año 1948.
Es el último de esta
serie de artículos. En vista de que los hechos recientes son ampliamente
conocidos en todo el país, sólo tomaremos algunas consideraciones generales del
caso.
Venezuela se
despertó sorprendida en la madrugada del día 16 de julio del 2010, cuando
el Presidente de la República, Hugo Chávez Frías, anunció que se
habían exhumado los restos del Libertador Simón Bolívar. Esta fue la
culminación de una serie de anuncios hechos por el Presidente desde diciembre
del año 2007, cuando aseveró desde el Panteón Nacional, que habían suficientes
elementos que indicaban que el Libertador había sido asesinado en Santa Marta.
Durante los dos años subsiguientes se siguieron haciendo pronunciamientos
relativos al supuesto asesinato del Libertador y sobre la duda de que los
restos depositados en el Panteón fueran realmente los del Libertador.
En el acto de
exhumación estuvo presente el Presidente Chávez, acompañado de algunos de sus
ministros y otras autoridades de su Gobierno, además de la comisión
médico-científica y equipo técnico. En vista de lo secreto de este
procedimiento, la hora de realización y otros elementos no del todo
transparente, viene a colación lo dicho por el Embajador de Colombia, en la III
reunión de la Comisión nombrada por la Asamblea Nacional Constituyente, en el
año 1947, para investigar la denuncia formulada por el Dr. José Izquierdo, en
relación al cráneo encontrado en la cripta de los Bolívar. En esa reunión del
13 de febrero de 1947, cuando se discutía la conveniencia de abrir o no el
sarcófago de los restos del Libertador, el Embajador Fabio Lozano y Lozano
expresó que en caso de abrir dicha urna, no debería hacerse a la ligera ni
misteriosamente. De improviso y casi en secreto, podría ser imprudente. Se
trata de un acto trascendental que no debe dejar asidero alguno a la duda o a
la leyenda (El Cráneo del Libertador. Dr. José Izquierdo. Ediciones Edime.
Caracas. Madrid, 1961). Estas afirmaciones hechas hace 63 años fueron
proféticas, porque en el caso actual que nos ocupa, se hizo exactamente lo que
el Embajador no recomendaba. Es por esta razón que han surgido diversos
comentarios de diferentes sectores de la vida pública, dando lugar, a "la
duda o a la leyenda". Igualmente es oportuno recordar que durante el acto
de exhumación de los restos del Libertador, en Santa Marta, Colombia, en el año
1842, fue hecho en un acto público, con asistencia del Gobierno regional,
autoridades eclesiásticas, militares, comisiones respectivas y público en
general.
Sobre los
hallazgos en esta exhumación, fue significativo encontrar una tercera cajita de
plomo dentro de la urna, donde se encontró un acta de la Comisión, presidida
por el Dr. José María Vargas, que en el año 1843 trabajó en la preservación de
los restos del Libertador, y que se corresponde con lo que hemos visto en el
artículo anterior, en cuanto al trabajo realizado, y lo encontrado en la
urna recién abierta. Una vez verificados los resultados, la Comisión
científica-técnica acreditada, procedió a medir los huesos, escanearlos, retiro
de cuatro muestras dentales, con la finalidad de extraer muestras de ADN, para
ser contrastadas con muestras similares de su hermana María Antonia, sepultada
en el mausoleo de los Bolívar, en la Catedral de Caracas. Igualmente se hizo
tomografía craneal, con el fin, entre otros, de recrear la imagen del rostro
del Libertador.
El esqueleto,
ensamblado y fortalecido, fue colocado en una urna de metacrilato, sellada al
vacío y sujeta con tornillos de oro. Luego, esta urna fue colocada en otra
de madera de cedrillo llanero y colocada en el sarcófago. Los resultados de
esta exhumación pronto lo sabremos. La Academia Nacional de Historia y la
Academia de Medicina deben participar en el manejo de esta asunto, porque caso
contrario siempre existirá la duda y el recelo que un asunto científico sea
manejado políticamente. Precisamente, en fecha 30 de julio del 2010, la
Academia Nacional de la Historia se pronunció a través de un comunicado,
rechazando categóricamente el acto de exhumación.
Algunas de
sus conclusiones señalan:
-Adhesión a
las Conclusiones de la Mesa Redonda, realizada en 1964, por iniciativa de la
propia Academia y la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, con
participación de historiadores, médicos, filósofos y críticos de arte.
En dichas conclusiones apoyaron el trabajo realizado por el Dr. Próspero
Reverend.
-No
había ninguna razón para dudar, ni de la causa ni de la muerte del
Libertador, ni de la identidad de los restos que reposan en el Panteón
Nacional.
-El acto de
exhumación realizado sorpresivamente en la media noche del día 15 al 16
del presente mes, con el pretexto de averiguar tanto la causa de la muerte del
Libertador así como la identidad de sus restos, fue absolutamente innecesario e
injustificado.
-Dado que la
osamenta mostrada por televisión se corresponde exactamente con lo descrito por
el Dr. José María Vargas, es evidente que en los últimos 167 años los restos
mortales se han conservado satisfactoriamente, lo cual es otra razón para
afirmar la falta de justificación de la exhumación realizada.
-Que de
haberse estudiado la materia a la luz de una consulta amplia, científica,
desprejuiciada de todo carácter partidista o político, involucrando en tal
consulta a las autoridades científicas nacionales expertas en la materia, el
país se hubiera ahorrado de presenciar un espectáculo y retórica inédito en la
historia venezolana y que quedará para siempre inscrito en los anales de
Venezuela, como el irrespeto más grave que se le haya hecho al Libertador Simón
Bolívar.
-Finalmente,
exhortan al país entero, en todos los estratos de su población, a una reflexión
íntima y a una plegaria que signifiquen y ofrezcan un desagravio al Padre de la
Patria, inútilmente profanado en la tranquilidad de su sepulcro.
la voluntad de Bolívar, plasmada en su testamento elaborado el 10 de diciembre de 1830 en San Pedro Alejandrino, pedía que sus restos sean enterrados en Caracas, tuvo que esperar doce años para que se cumpliera. En 1839 el general Carlos Soublette, encargado de la presidencia, inició tímidamente un movimiento para la repatriación. El Presidente Páez, en su segundo mandato, y debido a un clamor popular, solicitó al Congreso repatriar los restos del Padre de la Patria. Al ser aprobada la solicitud, decretó el 30 de abril de 1842, la traída de los restos con los honores fúnebres, y la disposición de que sean depositados en la Catedral de Caracas y el 23 de diciembre se realizó una ceremonia similar para el traslado de los venerados restos en hombro de sus edecanes y oficiales que lo acompañaron en la emancipación hasta la Catedral de Caracas; sus restos estuvieron al lado de sus padres y esposa, hasta que fueron trasladados al Panteón Nacional el 28 de octubre de 1876, día de San Simón. Así concluyó la voluntad de nuestro Padre Libertador y sus cenizas permanecerán a través de los siglos, acompañadas por el esplendor de su gloria y el calor de los pueblos libres!!!!
ResponderEliminarLos despojos mortales de Bolívar recibieron cristiana sepultura en el altar mayor de la suntuosa Catedral Basílica de Santa Marta y allí permanecieron hasta el 22 de noviembre de 1842, cuando fueron exhumados para trasladarlos a su país de origen Venezuela, cumpliéndose así el mandato de su testamento.
ResponderEliminarSus restos llegaron a Caracas el 16 de diciembre de 1842 en medio de una gran conmemoración oficial y fueron inhumados en la cripta de la Santísima Trinidad de la Catedral de Caracas, santuario de mucha advocación de la familia Bolívar, que guarda las cenizas de sus padres, de sus dos hermanas y de la que fuera su esposa. Allí permanecieron en medio de plural satisfacción, hasta el definitivo traslado al Panteón Nacional, el 28 de octubre de 1876, durante el gobierno de Antonio Guzmán Blanco.
En 1947 el constituyentista Andrés Eloy Blanco pidió ante el Congreso que los restos de Bolívar no debían estar en un sarcófago en un material tan innoble como el plomo. En 1972 fue abierto el sarcófago (no la urna que contiene sus restos) y ésta se cubrió con una bandera de Venezuela elaborada en Gran Bretaña.
El 16 de julio de 2010, los restos mortales de Bolívar fueron exhumados por orden del gobierno venezolano de Hugo Chávez para su análisis y tratar de comprobar si en realidad murió por causas naturales o fue asesinado. También se realizarán pruebas de ADN. Asimismo, fue cambiada la urna de plomo por otra hecha de metacrilato sellada al vacío con detalles en oro y ésta será colocada dentro de otra urna hecha de madera de cedrillo llanero, árbol maderero oriundo de Venezuela, con un escudo de oro. A partir del día 24 de julio de 2010, una nueva bandera de la República Bolivariana de Venezuela, bordada por mujeres en siete zonas diferentes del país, cubre los restos mortales de Simón Bolívar.
El 15 de julio de 2011, la unidad Criminalística del Ministerio Público de Venezuela que exhumó los restos de Bolívar informó que la causa de muerte no fue tuberculosis como lo diagnosticó el médico que lo atendió en 1830 sino un trastorno hidroelectrolítico. Otras fuentes oficiales indicaban que la causa de la muerte no pudo determinarse. El vicepresidente Jaua declaró que en los huesos no se encontraron rastros de tuberculosis crónica, aunque no descarta una “tuberculosis sistémica mucho más virulenta” que no habría llegado a penetrar los huesos.
COMENTARIO: NESYERLIN REVILLA
El General Pedro Alcántara Herrán, Presidente de la Nueva Granada, leal, fiel y constante amigo de Bolívar, el 22 de noviembre de 1842, ordena por decreto, la entrega de los restos del Libertador a el General José Antonio Páez, quien los traslada desde Santa Marta, Colombia a Venezuela.El 28 de octubre de 1876 fueron trasladados desde la Catedral de Caracas al Panteón Nacional,por decreto del Presidente Guzmán Blanco. Este monumento estaba colocado desde 1852 en la Capilla de la Santísima Trinidad de la Catedral de Caracas, donde descansan los restos de la familia Bolívar.
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